viernes, 1 de agosto de 2025

Saturno





Año: 2024
Duración: 96 min.
País: España
Dirección: Daniel Tornero
Guion: Daniel Tornero
Música: Isabel Latorre
Fotografía: Carlos Guijarro


En 2018, el abuelo del director fue detenido por cargos de abuso de menores e intento de secuestro. A raíz de este suceso devastador, Tornero decide reencontrarse con él, enfrentarse a sus miradas, sus palabras y sus respuestas.


Mientras tanto, toda la familia se reúne en su casa de campo para afrontar las secuelas emocionales de haber crecido bajo la influencia de esa figura paterna.




Premio del Público (Biznaga de Plata) al Mejor Documental en el Festival de Málaga 2024


Mención Especial en el Atlàntida Mallorca Film Fest 2024




Acabo de ver Saturno y me he quedado con una sensación muy contradictoria ya que por un lado, el documental tiene momentos de una fuerza brutal, de esos que te atraviesan, sobre todo cuando aparece el padre del director ya que ahí es donde de verdad sentí que estaba frente a alguien que no tenía miedo de desnudarse emocionalmente, que abría su dolor sin filtros y lo entregaba con una honestidad que cuesta encontrar en el cine. Esos instantes son los que me hicieron pensar que la película podía ser muy interesante.
Sin embargo, a medida que avanzaba, empecé a sentirme incómoda, incluso enfadada, con la manera en la que se trataba a las víctimas de los abusos. Se las menciona de pasada, con una fugacidad que me resultó hiriente, y en algunos momentos incluso noté una crudeza innecesaria, como si se hablara de ellas sin empatía e incluso haciéndolas tan responsables como al verdero y único delincuente. Me cuesta creer que ese fuera el objetivo de Daniel Tornero, porque si lo fuera, no sería solo el abuelo el abominable en esta historia, sino que también lo sería la manera en que la familia —con el propio director incluido— decide mirar hacia otro lado.
El documental habla de la masculinidad tóxica, del peso de la culpa y de cómo los traumas familiares se arrastran de generación en generación. Es un retrato valiente en algunos aspectos, pero incompleto en otros, porque cuando alguien decide abrir la caja de los dolores heredados no puede pasar de puntillas sobre los que han sufrido en carne propia las consecuencias más duras.
Al final, me quedo con esa dualidad: lo que duele, lo que emociona, lo que se abre en canal con una sinceridad desarmante, y al mismo tiempo, lo que frustra, lo que parece pasar demasiado deprisa y lo que me deja una sensación amarga de que se perdió la oportunidad de mirar de frente a las víctimas con la dignidad que merecían.





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