viernes, 1 de agosto de 2025

La cocina





Año: 2024
Duración: 139 min.
País: México
Dirección: Alonso Ruizpalacios
Guion: Alonso Ruizpalacios
Música: Tomás Barreiro
Fotografía: Juan Pablo Ramírez
Reparto:
Rooney Mara, Raúl Briones, Anna Diaz, Motell Gyn Foster, Oded Fehr, Laura Gómez, James Waterston, Lee R. Sellars, Eduardo Olmos, Finnerty Steeves...



La película traslada la obra teatral The Kitchen de Arnold Wesker al interior de la cocina de The Grill, un restaurante en el corazón de Manhattan. En plena hora punta del almuerzo, se descubre que han desaparecido unos 800 dólares de la caja. El personal —mayoritariamente inmigrantes latinos, junto a algunos trabajadores árabes y estadounidenses— es interrogado mientras el ritmo trepidante del servicio se mantiene.

Pedro (Raúl Briones), un cocinero mexicano sin papeles, se encuentra en el centro de las sospechas. Paralelamente, comienza una relación tensa y cargada de deseo con Julia (Rooney Mara), una camarera estadounidense que descubre que está embarazada y considera abortar ese mismo día.




Premio del Público en el Festival de Morelia 2024
Mejor película latinoamericana | Mención Especial en el Festival de Mar del Plata 2024





Alonso Ruizpalacios nos propone una película en blanco y negro que funciona muy bien porque nos coloca en un terreno atemporal, casi como si la historia pudiera pasar en cualquier lugar y en cualquier época, aunque la trama esté anclada en una gran cocina neoyorquina. El blanco y negro, además, le da un aire de crudeza que se rompe en algunos momentos de color que te sorprenden.
La cocina de la película no es solo un espacio físico, es un mundo en miniatura, un microcosmos donde se concentran las tensiones del capitalismo global. Inmigrantes de distintos países se ven obligados a compartir un mismo infierno laboral, con jerarquías brutales, explotación constante y un ritmo que no da respiro. Esa sensación de caos y ruido está tan bien transmitida que por momentos me sentí dentro de esa cocina, casi sofocada, escuchando órdenes, gritos y choques de platos. Es un retrato visceral, lleno de sudor y presión, en el que los vínculos personales parecen imposibles porque siempre hay una olla a punto de rebosar o un jefe vigilando.
Ruizpalacios acierta en mostrar que no se trata solo de comida, sino de vidas puestas en juego. Los personajes llegan cargados de sueños, de ilusiones amorosas o de amistad... pero el sistema los arrastra hacia dinámicas crueles, en las que el que está arriba pisa al de abajo y nadie parece tener tiempo para respirar. La película habla de inmigración, de precariedad y de desigualdad de una manera directa pero al mismo tiempo mantiene un tono poético extraño, diría yo, que le da una especie de lirismo incluso a los momentos más tensos. Esa dualidad entre crudeza y poesía me resultó cautivadora, aunque también irregular, porque a veces se siente que la historia pierde ritmo o no aprovecha todo su potencial.
Tengo que decir que es verdad que algunos giros son predecibles y que hay historias que se quedan a medio camino, pero la fuerza de las imágenes, el realismo de las actuaciones y la ambición de la propuesta hacen que al final, una no se pueda despegar de la pantalla.
Estamos ante una película que a pesar de sus irregularidades, arriesga y nos recuerda que detrás de cada plato servido en un restaurante hay vidas que cargan con sueños, sacrificios y heridas invisibles.




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